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¿Cómo escoger el mejor regalo de cumpleaños para mi esposa?, ésta fue la pregunta que desató el presente más original que he tenido en mi vida…

Todo empezó cuando, a mediados del mes de enero, mi esposo y yo platicábamos de algo que ya nos estaba rondando la cabeza…, hacer un trío con otro chavo, así que Alfredo (mi marido), me sorprendió cuando me dijo “¿pues conque tantas ganas tienes de estar conmigo y otro hombre?, pues adivina ¿qué te tengo de regalo de cumpleaños?”. Fue cuando me contó que puso un anuncio en esta página, donde buscaba a alguien para ser cómplice de dicho presente y que ya hasta había recibido varios mails, así que nos dispusimos, en las siguientes semanas, a ver a los candidatos. Cabe mencionar que la búsqueda no fue nada fácil…, hay cada patán que contesta… y ya sin tanto rollo, después de chats y llamadas al celular, por fin conocimos a Roberto, un chavo muy buena onda, que nos cayó muy bien y que se dio la química entre nosotros para nuestra fantasía.

Yo estaba muy nerviosa, llevaba toda la semana esperando el encuentro pero, por otro lado, no sabía cómo iban a pasar las cosas ni cómo íbamos a reaccionar los tres; Alfredo y yo solamente habíamos hecho un intercambio con otra pareja y esta vez era nuestro primer trío; así que estaba temerosa de que, a pesar de que lo deseábamos, a la mera hora a él no le gustara verme con otro o que yo no quisiera estar con otro… y cabe señalar que para Roberto también era su primer encuentro de este estilo…, pero todo estos pensamientos eran porque yo no tenía ni idea de la experiencia tan sensual y erótica que estaba a punto de experimentar…

El sábado tan esperado llegó y tengo que reconocer que las horas de la mañana y de la tarde pasaban tan lentas que casi me desespero, pero dieron tiempo para que me “preparara” para el encuentro, ¿si saben a lo que me refiero, verdad?. No sólo fue usar mi gel de ducha favorito ni mi crema olor a vainilla, si no planear desde la ropa exterior hasta la interior y, a pesar de que le pregunté a Alfredo cómo le gustaría verme, también dejé algo para la imaginación. Me puse un vestido negro pegadito que le encanta (y que no por nada, se me ve muy bien), un sostén negro de encaje y una tanga negra con una florecita que decora ahí, “donde la espalda pierde su nombre”; el toque final fueron mis botas negras, yo sabía que el conjunto de todo esto vuelve loco a mi marido y que, de seguro, a Roberto también le encantaría pero, por lo pronto, debido al frío él se tendría que imaginar lo que había debajo de mi abrigo gris…

Por fin, el tiempo fue bondadoso y ya eran las siete de la noche, hora en la que salimos de la casa para vernos con Roberto. Llegamos al centro comercial donde nos citamos y ya ahí, nos pusimos de acuerdo para ir a un lugar para tomar algo y como quien dice “romper el hielo”… Mientras quedábamos en el lugar, yo veía a Alfredo y a Roberto frente a mí y no podía dejar de imaginarme cómo los estaría disfrutando a ambos en un par de horas más y de cómo ellos me disfrutarían a mí.

Ya una vez de acuerdo, llegamos a un bar de La Condesa, bastante a gusto, donde cada uno pidió su bebida y dejamos que la plática fluyera; una vez más, mientras los veía platicar, el estómago me daba vueltas de la emoción, además de la cabeza…y seguía pensando… “¿cómo será en la cama?, ¿cómo besará?, ¿quién dará el primer paso?, ¿pasará lo que los tres esperamos?” y a la vez que mi mente volaba, Alfredo acariciaba mis piernas por debajo de la mesa y de mi vestido como diciéndome “ya sé lo que estás pensando cachonda…, vas a ver la que te espera…, te amo y ya te quiero ver gozar”.

No sabíamos quién sería el primero en decir “vámonos” y fue Alfredo el que dijo la palabra mágica, la que los tres esperábamos con ansias, así que salimos del lugar caminando por las calles hasta nuestros coches y nos encaminamos al hotel que habíamos escogido previamente (no en todos aceptan más de dos personas…). Llegamos, estacionamos los autos y metimos en nuestra maletita una botella de vodka y un par de quinas, por si necesitábamos de más “valor”, ¿?. Luego pasamos a la recepción y nos dieron nuestra habitación (uyyyy, me encantaría acordarme del detalle del número del cuarto, pero ya se me olvidó…).

Una vez adentro, yo me quité el abrigo y así darles una “probadita” de cómo me veía por afuera y de cómo estaría por adentro. Ellos prepararon un par de vodkas y seguimos platicando, siempre con la duda presente ¿quién sería el primero en empezar?, pero no nos tardamos mucho, pues el calor seguía subiendo y se podía leer la mente de los dos diciéndome “ya me muero de ganas de tirarme a esta mujer”…

Así que me dispuse a empezar…, ya llevaba preparadas un par de mascadas…, así que, sin más, les pedí a Alfredo y a Roberto que se recostaran en una de las camas y delicadamente les vendé los ojos. Después me coloqué en medio de los dos y me dediqué a acariciarlos y a desvestirlos, los besé en sus bocas y en todo sus cuerpos, mientras dejaba que sus manos acariciaran mis muslos… ¡wow…!, éste fue un muy buen comienzo, porque podía sentir sus caricias delicadas y a la vez temblorosas, igual que las mías.

Ya una vez que los dejé en calzoncillos, les quité las mascadas y les dije “ahora les toca a ustedes…”, entonces me puse una mascada y dejé que ahora ellos gozaran de mi cuerpo y que me empezaran a desvestir. Cuando Roberto dijo que le encantaba mi cuerpo, hizo que yo les pidiera que me dijeran cosas al oído, (a las mujeres nos excitan mucho también las palabras) y ¡vaya que supieron qué decir!, pues Alfredo me susurraba en un oído “te amo, te quiero ver gozar, te adoro”, mientras que en el otro oído, yo escuchaba a Roberto decirme con voz suave y firme “me encantas, ¡qué cuerpo!”.

Para estas alturas, yo ya estaba derritiéndome y esto se podía notar en mi ropa interior, la cual tocaban y hacían un lado para darme placer oral. Podía sentir a ambos recorriendo mi cuerpo y la sensación de descubrir quién era quién en la oscuridad de mis ojos, fue algo inusual y erótico. Podía reconocer el recorrido de las manos de Alfredo, así como la forma en que jugaba con la punta de su lengua con mi clítoris y por otro lado, experimentar las nuevas sensaciones que me producía ser tocada y besada por Roberto y sentir cosas nuevas como una serie de “besos-mordiditas” en los huesitos de mis caderas y una forma rica de acariciar con cada dedo…, mi termómetro interno estaba a punto de estallar.

Después, me quitaron la pañoleta de los ojos cuando ya quedaba yo sólo con mi par de botas y con un collar negro a estilo de gargantilla, (dice Alfredo que me veía terriblemente sexy así, aunque preferí quitarme las botas para estar más a gusto después) y como el excelente amante que es, Alfredo se dio cuenta que su mujer estaba lista, así que me tomó en sus brazos y me penetró, mientras Roberto acariciaba mi cuerpo y besaba mis senos, jugando con mis pezones. Luego fue mi turno de hacerle sexo oral, mientras mi marido seguía con movimientos suaves y después de besos, caricias y mucho placer oral, fue el turno de que Roberto me penetrara…

Así seguimos intercambiando posiciones mientras yo seguía intercambiando de uno a otro, de un pene a otro, de unas manos a otras, de un cuerpo a otro, desbordándome de placer y viendo las caras de ambos, que también estaban gozando. Alfredo me decía “eres mi puta, me encantas, te adoro…” y Roberto no se quedaba atrás, diciéndome “soy todo tuyo, hazme lo que quieras…”. Yo aprovechaba estas palabras para pedirles más y más…, Alfredo me dejaba sentir su hombría desde atrás, mientras yo, en cuclillas sobre la cama y de frente a Roberto, aprovechaba para darle la mejor chupada de su vida, le daba placer a su pene y por supuesto, también me dejé llevar y jugué con sus testículos en mi boca…

Después tuve un orgasmo delicioso que hasta hice que Alfredo y yo cayéramos de lado, él sintiendo cómo lo apretaba y como me quedaba sin aliento por experimentar tanto placer. De pronto, Alfredo se apartó un poco y dejó que Roberto y yo disfrutáramos, así que él me cargó, yo abrí mis piernas para abrazarlo por la cintura y dejé que me penetrara, mientras con movimientos deliciosos, sentí mi cuerpo “botar” de arriba a abajo para después dejarnos caer en la cama y seguir con la acción.

La verdad es que hasta perdí la cuenta de cuántos orgasmos tuve, seguro fueron más de siete y sé que Alfredo también tuvo uno “seco”. El juego seguía y puedo decirles que la experiencia rebasó mis límites y de seguro, mis hombres pensaron igual, ya que hubo una mezcla de pasión, lujuria, erotismo, cachondez y se puede decir que hasta de ternura, pues ambos me trataron como toda una dama y no hubo nada que me disgustara.

Ya después de como 45 minutos, decidimos que era hora del “gran final”, así que les pedí que cumplieran mi fantasía de bañarme la cara y el cuerpo, quería sentirme como toda una artista porno, donde ella puede sentir que tan bien hizo su “trabajo”… y así fue, ambos eyacularon sobre mi rostro y mis senos y vaya que ésta fue una culminación sublime para tan ardiente encuentro. Recuerdo bien las caras de ambos, se veían gozando a tope, Alfredo me veía con ojos de amor y pasión y Roberto dijo que su orgasmo no acababa, que le duró mucho… mientras yo pensaba “vaya Marcela, hiciste lo que te propusiste, dejaste a tus dos hombres más que satisfechos, eres la mejor mujer del mundo… ¡qué buena puta eres!” y lo mejor es que, por supuesto, yo también gocé a más no poder, estaba inundada de placer.

Después nos dimos un ligero regaderazo y aprovechamos el jacuzzi que tenía el cuarto, donde los tres nos metimos a platicar y a jugar con la espuma; podrá sonar curioso, pero esta parte de la noche también lo disfruté, no todo es sexo, también la plática es importante y esto hizo que se hiciera más fuerte el lazo y que nos diéramos cuenta que compartíamos gustos y formas de pensar, además de lo que ya habíamos platicado. Luego de un buen rato, decidimos salirnos y cada quien volvió a la regadera, para después meternos en la otra cama los tres, donde nos esperaba un “segundo round”…

Esta segunda vez se podría decir que hubo más confianza y como que fluíamos fácilmente y ya sabíamos qué nos gustaba más. Recuerdo que aquí fue donde ocurrió lo que para mí, fue uno de los momentos más cachondos de la noche, pues mientras estaba sentada encima de Alfredo disfrutando como su pene entraba y salía de mi vagina y de cómo mis labios mojaban sus testículos, Roberto se colocó detrás de mí y quedamos de tal manera como un auténtico sándwich, donde Alfredo y yo nos besábamos mientras él me penetraba y Roberto detrás de mí, besaba mi espalda, acariciaba mi cabello y rozaba su pene entre mis nalgas y me decía “… eres muy sensual…”.

Después de esto, cuando me volteé para estar con Roberto y le pregunté lo que quería hacer que lo excitaba, recuerdo perfecto lo que me dijo “tus caras me excitan” y esto me puso a pensar que si mis caras reflejaban los orgasmos tan deliciosos que estaba sintiendo, entonces con razón mis gestos lo prendían. Así que le pedí a Roberto que me lo hiciera arriba de mí (de misionero) y que tomara mis manos a modo de “amarrarme” con las suyas…; este fue otro momento muuuuuy rico, porque mientras él me tomaba con fuerza pero a la vez delicadamente, yo lo abrazaba con mis piernas y Alfredo se masturbaba junto a mi cara, viendo cómo su mujer era poseída por otro.

Ya no pudo más y eyaculó en mi cara, esto motivó una reacción en cadena para que yo tuviera lo que fue mi último gran orgasmo de esa noche y que, al apretar con las paredes de mi vagina el pene de Roberto, hiciera que él también se viniera… Después les pedí a ambos que me inundaran de caricias… ¡mmmmmm…, qué delicia de experiencia!, sin duda hicieron que mi visita a la gloria se prolongara.

Y ya para terminar la noche, después de seguir recostados los tres en la cama y casi hasta quedarnos dormidos, decidimos que ya era hora de partir. Entonces, nos levantamos para vestirnos y cuando los tres, al mismo tiempo, volteamos a la cama para observar nuestro “campo de batalla”, vimos una cama con las sábanas destendidas y 3 almohadas…, la evidencia no podía ser más clara…, digamos que esa fue la imagen que cerró la noche con broche de oro.

Tengo que decirles que me quedé con las ganas de quedarme a dormir y despertar a la mañana siguiente entre los dos y tener esa sensación del “día después”, donde hubiera volteado a cada lado de la cama, recordara lo que hicimos y me sentiría como una niña traviesa, al lado de mi mayor travesura. La noche acababa y nos despedimos en el estacionamiento, ellos, con un gran abrazo y él y yo con un abrazo y un beso…, deseando los tres vernos algún otro día…

Gracias a mi esposo Alfredo por cumplir mi fantasía, por amarme y por ser el hombre de mi vida; a Roberto, por ser el cómplice perfecto para la noche y a ambos, por hacerme sentir la mujer más deseada de este planeta, por ser caballerosos y apasionados, por ser enteramente para mí y por el maravilloso y más original regalo de cumpleaños de mi vida.

Marcela
México, D. F. Febrero 2004.

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