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153869 – Hola, me llamo Blanca, soy mexicana y vivo en la Ciudad de México, tengo 33 años y quiero contarles lo que me ha pasado en mis 3 años de casada, de las cuales, esta es la primera historia.

Néstor siempre había sido muy celoso conmigo y cuando éramos novios, él trataba de obligarme para que no me arreglara tanto, para que no usara minifaldas ni blusitas pegadas, ni pantalones. Yo nunca permití que me impusiera en nada y hasta lo terminé varias veces, pero él fue cediendo poco a poco hasta aceptarme como soy. Sin embargo, sus escenas de celos eran constantes, que por qué me veían o por qué me echaban piropos o me chiflaban, inclusive una vez estuvo a punto de pelearse con unos tipos que le dijeron que yo era mucha carne para él.

Como buen machito, él le hacía guardia a mi virginidad, hasta que unos días antes de casarnos, se la entregué completita en la sala de mi casa, es más, hasta la fecha queda una manchita de sangre en un cojín. Después de casarnos, él me cogía a cada rato, a veces dejaba de ir a trabajar o dejábamos de ir a la escuela para quedarnos en la casa y eso a mí comenzó a gustarme mucho y yo misma me le ofrecía y lo buscaba para que me lo hiciera. Por mi propia iniciativa comencé a mamarle el pene, lo que al principio le sorprendió y hasta se enojó y me preguntó que quién me había enseñado a hacerlo.

Durante todo el primer año de mi matrimonio, el sexo se me hizo una necesidad constante y la verga de Néstor una obsesión, me encantaba que me cogiera y terminara en mi boca; además, sentía que de esa manera corría menos riesgo de no embarazarme. Las miradas lascivas de los hombres en la calle, los chiflidos y los piropos no faltaban, pero mi mundo era el sexo con mi esposo, yo tenía apenas 19 años.

Todo fue muy bien hasta el primer aniversario de nuestra boda, cuando fuimos a cenar y a bailar y pues para nada pasaba desapercibida. En un momento dado al regresar del baño, me dijo furioso que nos fuéramos y encabronado, me contó en el taxi que unos tipos, con cara de mafiosos, se le habían acercado para preguntarle qué era él para mí y claro que le contestó que era mi esposo, entonces le preguntaron que cuánto quería por dejar que me cogieran. Yo los identifiqué porque me había estado cerrando el ojo y mandándome besos y su enojo fue mayor cuando el chofer del taxi, un viejito bonachón, quien le dijo que con una señora así, se exponía a eso y más.

No habíamos tomado mucho, pero el alcohol me había excitado lo suficiente para seguir la fiesta en la casa, así que cuando llegamos, destapé unas cervezas y puse música, quería bajarle el coraje pero estaba muy tenso, entonces se me ocurrió hacerle un strip tease y claro que se calentó cuando me vio encuerada, haciéndole poses y dando vueltecitas frente a él. Luego, me llevó a la recámara y lo desvestí como a él le gusta y se la comencé a mamar estando hincada en la cama y él, parado en el suelo; sin querer, mis nalgas quedaron de frente al espejo del ropero, de tal forma que él podía verme la cara y de espaldas al mismo tiempo y sin saberlo, desde ese momento comenzaron a cambiar las cosas.

Néstor comenzó a ser un poco violento y a decirme cosas fuertes mientras hacíamos el amor y ese día, él me agarró de la nuca y me bombeó frenéticamente la verga en mi boca, al tiempo que me decía cosas como “ándale puta, trágate toda la verga, mueve ese culo perra, ábrelo para que lo vea mejor” y cosas por el estilo, como pinche puta, zorra, tragavergas, etc. A mí me excitaba que me tratara así y hasta le echaba más ganas cuando me cogía, pero también se le fue metiendo en la cabeza que yo hacía todo eso en la cama no porque lo quisiera y me gustara, sino porque era una puta caliente y cuando salíamos, me decía “mira como te ven, te quieren coger, cuál te gusta” o “esos tipos te tienen ganas, muévete más”.

Inclusive, él mismo llegaba a subirme la falda para enseñar un poco más las piernas y cuando me ponía pantalones, él me escogía los más entallados y frecuentemente ponía pretextos para que yo me adelantara y él caminara detrás de mí o me dejaba largos ratos sola en los restaurantes o los bares.

Un día llegó con un gran espejo y lo colocó a un lado de la cama, de tal forma que siempre que cogíamos nos podíamos ver, eso a mí me encantó, pero a él lo fue enfermando más. Me ponía a mamársela de espaldas al espejo y comenzaba a decirme que cuántos no desearían mis nalgas en esa posición y me decía “¿te acuerdas del tipo aquel que estaba en tal lado y que te dijo tal cosa?” y luego agregaba “¿no te gustará tenerlo ahí atrás, metiéndote la verga?”. Luego, me volteaba con violencia y me la metía, me levantaba la cara jalándome del pelo y me decía “¿o preferirías que te metiera su verga en el hocico de mamadora que tienes?” y comenzó a inventar historias con los hombres que conocíamos, hasta con los vecinos y nuestros amigos.

En esos días terminamos la escuela y cuando le enseñé el vestido que iba a llevar al baile de graduación, decidió que no íbamos, yo le lloré, le rogué, le propuse vestirme como él quisiera y no quiso; finalmente fui yo sola y él me alcanzó más tarde. Sus escenas de celos fueron terribles, al grado que mis amigas me llevaron a una mesa y me protegieron de sus insultos.

Él se emborrachó y terminó en el micrófono, gritándoles a todos mis intimidades y mis gustos sexuales, yo salí corriendo de la fiesta y llegué a la casa decidida a no recibirlo. Al día siguiente lo llevaron sus papás y por pena, tuve que recibirlo, pero nos dejamos de hablar varios días, hasta que una noche llegó borracho y me cogió a la fuerza. Esa noche me embaracé y en todo ese tiempo, yo se la mamaba cuando él me lo pedía, luego tuve a mi hija y poco a poco, mi cuerpo comenzó a tomar su forma.

Todos me decían que el parto me había favorecido y que estaba muy bien, hasta él se sorprendió de que después de haber engordado tanto, hubiera regresado a mi talla normal, eso si, más nalgoncita y chichoncita y con mi cinturita de siempre y claro, mi apetito sexual regresó. Me imaginé que esa nueva situación nos iba a ayudar a superar los problemas de nuestra relación, pero no fue así.

El primer cambio importante en él, fue que ya no me hacía escenas de celos en la calle y se la pasaba diciéndome quién me veía, cómo me veía y si me gustaba, al principio yo lo tomé como broma y recordaba que a él le excitaba mucho recordarme todo eso cuando hacíamos el amor y le seguía el juego. Pero llegó al extremo de buscar pretextos para presentarme con algunos hombres que me atraían o con los más insistentes en desnudarme con su mirada, para luego en la cama, no dejar de repetirme que todos me querían coger, que a fulano le gustaba mucho, que mengano no me quitaba la mirada del busto y de mis nalgas, en fin, era tanta su insistencia que al mismo tiempo que me excitaba durante el acto, se me fue creando una gran curiosidad y me volví muy morbosa.

Un día durante la comida, él me dijo que habían llegado unos franceses del Banco Mundial a hacer unas supervisiones de obras que estaba haciendo la empresa donde trabajaba y que los quería invitar a cenar. Le dije que sí y me pidió unas fotos mías para enseñárselas, lo cual se me hizo de lo más normal y le recordé que había unas donde estábamos los dos pero me dijo que no, que quería unas en donde estuviera yo sola y con mini.

La cena fue un viernes y en la mañana de ese día, Néstor me pidió que llevara a la niña con su mamá, ya le había pedido que la cuidara y me ayudó a escoger el vestido para la noche y me extrañó mucho que haya escogido uno un poco atrevido, color vino, escotado, cortito y entallado, además me pidió que no me pusiera medias ni nada abajo. Mi mamá me ayudó a preparar la cena, así que a las 8 llegaron los dichosos franceses con mi marido, quienes no eran esposos pero se veía que andaban juntos, por las caricias y los besos que se daban.

Jean era un hombre enorme, como de 1.90 m, maduro, rollizo, de más de 50 años, con barbas y bigote; ella se llama Collette, de menos de cuarenta años, muy bien conservada y con una cara muy bonita. Jean no cejaba en elogios para mí, diciéndome que era una muñequita, que mis ojos eran muy bonitos, que tenía cuerpo de princesita y cuando le dije que tenía 21 años, se chupó los labios y dijo “¡uummh, pastelito de chantilly!”.

Tomamos champaña que ellos llevaron hasta que se acabó, entonces cenamos y Néstor puso a su disposición nuestra pequeña cava, con ron cubano, tequila y una garrafa de 5 litros de mezcal. Para variar, ellos se pusieron a platicar de sus cosas, de las obras, del trabajo y luego nos contaron de su país, en fin, todos hablaban menos yo y me refugié en el mezcal, que me encanta y me puse bastante alegre, por lo que puse música guerrerense y comencé a bailar y ellos me siguieron, luego sacaron unos discos compactos de música francesa y de Mathuieu.

Entonces, Jean me sacó a bailar pegadito y cada vez que me apretaba de la cintura, sentía su pene erecto en mi estómago mientras que Néstor bailaba con Collette, que también era más alta que él y vi como ponía su mejilla en uno de sus enormes senos. Luego, Collette apagó la luz y así terminamos de bailar todo el disco, Jean no dejaba de frotarme la espalda con sus manotas, además de que me acariciaba los oídos y las mejillas, eso me puso de a mil y de reojo, veía a Néstor fajándose a Collette, veía sus manos agarrándole las nalgas y su boca chupándole una chuichi. Por fin, la música acabó, yo me sentía mojada y le vi a Néstor una mancha oscura en el pantalón.

Entonces, Jean y Collette se pusieron a fajar en el sillón, mientras que Sergio me levantó la falda y comenzó a darme dedito y nos besábamos; después, Collette estaba hincada en el suelo mamándole la verga a Jean y yo hice lo mismo con Néstor. De pronto, Jean me llamó para que fuera con él, yo me quedé helada y pensé que Néstor iba a hacer una escena, pero no, me hizo una seña afirmativa, así que me levanté confundida, pues dentro de mi borrachera tenía sentimientos encontrados y a pesar de que Jean me había excitado pensaba que no podía ser, yo estaba casada y además, mi esposo estaba ahí.

Collette me alcanzó y se puso a convencerme, me explicó que yo le gustaba mucho a Jean y que a ella le gustaba Néstor, que era solo un cambio de parejas durante un rato, que le diera chance de comerse a mi marido y que Jean era un maestro del sexo, que por eso andaba con él. Eso me dio valor, entonces me tomé un vaso de mezcal y decidí romper la barrera de la moral tradicional y regresé con Collette a la sala, con el garrafón de mezcal en la mano, luego les serví a todos y me senté.

Jean tenía su enorme verga en la mano y Collette les dijo que yo estaba de acuerdo en hacer un intercambio de parejas, entonces se levantó y me hizo la seña de que cambiáramos de lugar y yo ya ni volteé a ver a Néstor, me dirigí directamente con Jean y él comenzó a besarme y a desvestirme, mientras que Mathieu no dejaba de cantar cachondamente. Yo me aflojé toda y me dejé llevar, mientras Jean no dejaba de decirme pastelito, cada movimiento de él, cada caricia, cada toqueteo de sus manos en mi cuerpo me encendían más y más; en eso, abrí los ojos y vi que Collete le mamaba la verga a mi esposo.

Luego de un rato, la boca de Jean llegó a mi conchita, en donde sus barbas y sus bigotes se enredaban en mis vellos públicos, pero su lengua me penetraba enardecida; de pronto, sentí su dedo en mi colita, en mi ano, nunca me lo habían tocado y cuando me metió uno, me vine en su boca como nunca, pues en realidad, era mi primer orgasmo completo. Entonces él gritó “¡ey, juguito de princesa!, es una delicia tu mujer Néstor, sabe a miel”, pero Néstor no contestó nada.

Mientras tanto, Jean no dejaba de hablar y me decía que era un manjar de Dios, que mi puchita era de caramelo y flan, que mis muslos y mis senos eran baguettes con miel y se puso a lamerme el culo. Yo me volví a venir, mi lugar estaba mojadísimo y él casi me echaba porras diciéndome “así princesa, así, vente hasta que se te seque la panocha”.

Yo estaba exhausta y le busqué su verga con mis manos, era grande, más grande que la de Néstor, entonces me bajé del sillón y él me agarró de las orejas y me condujo la cara hacia su pene. Lo acaricié todo, lo recorrí ansiosa con mis manos, desde los huevos hasta la cabeza que parecía un champiñón y comencé a lamérselo y de vez en cuando, Néstor y yo intercambiábamos miradas y en ese momento, Collete se había montado en él y prácticamente se lo estaba cogiendo.

Yo seguí con mi tarea y me metí la verga de Jean en la boca y no lo podía creer, con trabajos me cabía la cabeza, no era como la de Néstor que me cabía casi toda. Jean seguía hablando en voz alta diciéndome “¡qué bonito miras cuando mamas muñequita, chúpale, mama!”, mientras que yo le buscaba la forma y no encontraba la manera de comerme bien esa vergota y aunque Jean me decía cómo y me dirigía, se daba cuenta que no lo alcanzaba a satisfacerlo.

Un poco molesto, él me ordenó que lo montara, entonces me subí en él, me senté en su verga y comenzó a lamerme y chuparme los senos y a besarme en la boca, su lengua era un demonio, me la metía hasta la garganta y luego en los oídos, después bajaba por mi cuello y me chupaba las chichas y me vine otra vez, ahora sobre su pene. Al sentirme, él me levantó de las nalgas y su verga saltó como con resorte y me acomodó para penetrarme, eso fue delicioso, sentía que me llenaba toda y por primera vez, sentí mi clítoris presionado por una verga y mientras me nalgueaba, me decía que me moviera, que brincara y así lo hice; él me sintió un poco tensa y él mismo me levantaba de las nalgas y me dejaba caer sobre él y volví a venirme, mientras él le gritaba a Néstor “¡oye, tu mujer se sigue vaciando!”.

Entonces, yo me volteé de espaldas a él y pude acomodarme mejor para seguirlo cabalgando y así, de frente, podía ver muy bien a Néstor cogiéndose frenéticamente a Collette, que en cuatro le pedía más y más. Un nuevo orgasmo me invadió y por primera vez en mi vida, no pude contenerme y grité, aullé, gemí maullé, ladré, no sé, me sentí supersatisfecha y no lo pensé, me zafé de Jean y me arrodillé frente a él y volví a lamerle los huevos y a manosearle la verga. En eso, Néstor gritó como siempre que se viene y Collette le reclamó que ella faltaba, mientras que yo seguía en lo mío.

Mientras yo mamaba la verga de Jean a mi manera y como podía, él le habló a Collette y le dijo que me ayudara, entonces Collette se acercó y vi su cara muy cerca de la mía, yo tenía la cabeza de la verga de Jean en la boca y ella comenzó a lamerle el palo y poco a poco nos fuimos coordinando, si yo soltaba la cabeza, ella se la metía en la boca y yo lamía el palo y los huevos y al revés. Yo observaba como lo hacía ella y trataba de imitarla, mientras que Jean nos acariciaba los senos y las caras y me olvidé de todo, hasta de Néstor, esa verga estaba muy crecida, muy dura y sentía sus palpitaciones en mis labios y en mi lengua.

Jean nos decía “mamen, mamen, son muy buenas, enséñale bien a la princesa, Collette” y cuando llegábamos juntas a lamerle la cabeza, nuestras lenguas se tocaban y eso me excitaba mucho; yo le daba gracias a la vida de vivir ese momento y todos mis sentidos estaban concentrados, como nunca, en esa mamada al pene de Jean. De pronto, sentí una mano acariciando mis nalgas y mis muslos y pensé que era Néstor pero no, era Collette, Néstor se la estaba cogiendo y ella siguió acariciándome hasta que metió suavemente sus dedos en mi vagina y me la acarició como nadie, hasta que tuve otro orgasmo que ella dejó escurrir mientras hacía quejiditos de placer.

Me sorprendió la capacidad de Jean de aguantar tanto tiempo la eyaculación, nuestras mamadas a cualquier hombre lo hubieran hecho eyacular hacía tiempo, pero su virilidad estaba en su máxima expresión, por lo que Collette le pidió a Néstor que se la metiera en el culo y supe que se la había metido ahí, cuando ella comenzó a jadear y a moverse, perdiendo el ritmo de la mamada. En eso, Jean explotó en mi boca y me echó tal cantidad de semen que no lo pude contener y comenzó a escurrirme por la comisura de los labios, entonces Collette me dijo que lo regresara sobre la verga de Jean y así lo hice y ella se lo comenzó a comer y con la mirada me indicó que yo también lo hiciera.

Así, nuestras lenguas fueron recogiendo el semen de Jean y se lo fuimos limpiando poco a poco, lo recogíamos de la cabeza, del palo, de los pelos, de los huevos, de sus piernas peludas, hasta que nuestras lenguas se juntaron y nos dimos un beso con los labios y la boca con el sabor del semen de Jean.

Entonces, me subí al sillón y la boca de Jean busco la mía y nos fundimos en un beso tremendo, yo lo acaricié todo lo que pude y mis manos lo devoraron, sentí su espaldota, su pecho pachoncito de pelos, su barba, sus bigotes, todo, mientras que Collete seguía ensartada por atrás y Néstor me veía incrédulo. Por fin él se vino en el ano de Collete y ella gritó de placer, luego Néstor se apartó y vi claramente su verga sucia, pero Collette se volteo y comenzó a limpiárselo con la boca, entonces Jean me ordenó limpiarle el culo a Collette diciéndome “son mocos de tu esposo”, así que me acerqué con un poco de asco y pude ver que de su culo escurría semen, pero realmente me gustó y le chupé el ano a Collette hasta dejárselo limpiecito.

Yo me sentí cansada, exhausta y las piernas me temblaban, nunca había imaginado tener tantos orgasmos tan completos en una noche, pues mis orgasmos habían sido siempre a medias.

Luego de esto, yo les repartí mezcal a todos y traté de descansar, pero Jean me tomo por atrás, me cargó, me acostó en la alfombra, se subió sobre mí, me abrió las piernas y me penetró, yo cerré los ojos y me dejé manosear, besar y coger por esa verga formidable hasta que me sentí inundada de semen calientito, rico. Cuando terminamos, vi que Collette le seguía mamando la verga a Néstor, entonces me acerqué y me incorporé a ellos; la verga de Néstor, que tanto me había obsesionado, la vi y la sentí pequeña, pude ver que la boca de Collette la deglutía completa, hasta los huevos, así que prácticamente nos la turnábamos para mamársela.

En eso escuché que Jean preguntó por vaselina y Néstor le indicó que había en el baño, en el botiquín, luego escuché la meada de Jean en el baño, el ruido de la tapa del botiquín y los pasos de regreso de Jean. Entonces, sentí su lengua en mi ano y sus manos devorando mi piel y me prendí otra vez, pues mientras Néstor disfrutaba sintiendo su verga completa dentro de nuestras bocas alternadamente, sentí la rica penetración de Jean en mi vagina y sus dedos en mi ano, luego sentí sus dedos untándome vaselina en mi ano y su cabeza rondando mi hoyito.

Eso me espantó, pero los dedos de Jean y sus besos en mi espalda y en mis nalgas, fueron dilatando mi agujerito hasta que sentí la embestida, entonces pujé y lo cerré instintivamente, pero la paciencia de Jean era infinita y volvió a intentarlo y nuevamente falló, pero en eso me tocó meterme la verga de mi esposo en la boca y Jean, en su tercer intento, por fin me penetró. Yo me tragué la verga de Néstor más de lo que había logrado hacerlo, pues la embestida de Jean me abrió la boca al querer gritar que la verga se me metió hasta la campanilla, ahí la sentí perfectamente.

Entonces, Néstor oprimió mi cabeza instintivamente para no dejarme mover y Jean la empujó hasta donde le cupo, se me salieron las lágrimas del dolor, pues sentí que se me rompían los huesos de la cadera, pero resistí hasta que sentí bonito y lo disfruté.

Entonces, Collette se apartó y comenzó a tomarnos fotografías, mientras que yo respiraba con dificultad pero alcanzaba a jalar un poco de aire y así me mantuve, hasta que Jean comenzó a bombear y le decía a Néstor “deliciosa tu hembra, tiene un culo formidable, es una muñequita deliciosa y una princesa digna del mejor sexo del mundo”. En ese momento y con esa gran satisfacción de sentirme penetrada, me di cuenta de toda la potencialidad que tenía como mujer.

Luego Jean me cargó en vilo, sin sacarme la verga del culo y se sentó en el sillón de enfrente, por lo que yo quedé boca arriba sobre de él, entonces Collette se agachó a lamerle los huevos mientras me daba dedito y me vine otra vez. Luego, Néstor volvió a embestir a Collette y yo me volvía loca con esa vergota moviéndose en mis intestinos y Jean le dijo a Collette que se quitara y le dijo a Néstor que me cogiera.

Mi vagina estaba totalmente abierta y a Néstor no le costó ningún trabajo penetrarme, sentía sus vergas casi tocarse dentro de mí; Néstor me disfrutó como nunca y yo le di el placer que quería: verme cogida por otro hombre. Mientras él me bombeaba, me preguntaba si me gustaba y que si quería más, si estaba satisfecha, que si lo volvíamos a hacer; obviamente a todo le respondí que sí.

La experiencia de Jean fue importantísima para mí, pues él dirigía a Néstor para que no perdieran el ritmo del bombeo sobre mí y lo esperó hasta que los dos eyacularon dentro de mí, fue increíble, estaba loca y excitadísima, tuve otro orgasmo mientras ellos se venían dentro de mí. Terminamos y Jean le pidió a Collette que nos limpiara a los tres con su boca, ella comenzó conmigo, luego siguió con Jean y terminó con Néstor.

Francamente, yo me olvidé de Néstor y abracé a Jean, lo besé, lo disfruté lo más que pude y me quedé dormida en su pecho, mientras que Collette y Néstor se fueron a la recámara. Me desperté como a las 9 de la mañana y todos estaban dormidos, me sentí rara de ver a Néstor durmiendo desnudo con otra mujer en nuestra cama, la cuna de la niña hacía mal tercio ahí.

Hice del baño, me dolía mucho y me costaba trabajo caminar, luego destapé una cerveza y quise sentarme pero no pude, me dolía mucho la cadera y el ano, así que me acabé la cerveza de pie y luego otra y otra, nunca lo había hecho y menos a esas horas, me temblaban las piernas, por lo que me serví un vaso de mezcal y me tomé la mitad, me sentí mejor y regresé con Jean. Vi su pene flácido pero grande y no pude contenerme, lo quería en mi boca, entonces se lo comencé a lamer despacito para que él no se despertara, me gustó que no roncara como Néstor; su verga se le fue parando poco a poco y me prendí de ella hasta que llegó a su máxima expresión, entonces hice todo lo que aprendí de Collette.

Jean se despertó y se acomodó para disfrutar mejor mis mamadas y en ese momento, Collette salió de la recámara y se sentó junto a mí, luego me abrazó y me acariciaba el pelo maternalmente mientras mamaba sin decirme nada y con su mano le sobaba los huevos a Jean y la apretaba el pedazo de palo que mi boca no alcanzaba a chupar. Néstor salió mucho después, cuando Jean estaba a punto de venirse en mi boca y cuando sentí el chorro, lo miré, él vio como disfruté, saboreé y me comí esa descarga de hombre y estaba contento y pensé “así me querías ver”, hasta Collete me felicitó por mi rico desayuno.

Después, todos nos bañamos, yo hubiera querido bañarme con Jean, pero Collette me lo ganó, sentí celos y me bañé sola, Néstor fue el último. Salimos a almorzar y yo quería estar todo el tiempo con Jean, pero Collette ya había tomado otra vez su lugar y además, estaba Néstor.

Entonces supe que ellos salían de México al día siguiente, tenían que estar temprano en el aeropuerto del D. F. y prácticamente era el momento de despedirnos. Collete me pidió hablar conmigo un momento y me explicó que Jean era casado, que era un funcionario importantísimo y que ella era su amante y estaba enamoradísima de él y que también ella era casada; luego me explicó que Néstor le mostró mis fotos a Jean y que prácticamente me había ofrecido con él, que le había gustado y que por eso accedió a ir a la cena, añadiendo que a ella no le gustaba Néstor, pero que se había prestado a todo por satisfacer a Jean y que él me disfrutara a mí y aún así, la había pasado bien y me dio un beso de despedida.

Jean también se acercó, yo me sentía bien pero a la vez me sentía mal; él me dio un beso en la boca y me prendí de él, no lo quería dejar ir y me repitió todo lo que me había dicho de mí, que era un pastelito, que era una muñequita linda, que era un culito delicioso y que me había disfrutado como mujer. Yo no pude decirle nada, solo lo besé y lo besé.

Nos despedimos, yo hubiera querido pedirle que me volviera a coger, pero ya no era posible, luego se subieron al taxi, iban al aeropuerto, por lo que yo lloré y Néstor sólo soltó un suspiro. Después fuimos por nuestra hija, hablamos lo indispensable y regresamos a la casa, pero ya nada sería igual, yo ya había probado las mieles de la lujuria y Néstor, las de su perversión.

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